Bocca della Verità

Dice la leyenda que un marido celoso llevó a su mujer hasta la Bocca della Verità (Boca de la Verdad) para comprobar si le engañaba con otro, ya que según historias antiguas del lugar, si uno decía una mentira mientras tenía la mano en la abertura de piedra, inmediatamente ésta se cerraba aplastando la mano del mentiroso.

El amante de la mujer, alertado por los gritos del marido en plena calle, se dejó caer por el lugar justo en el momento en que la pareja estaba delante de la Bocca. La mujer, al ver llegar a su amante simuló marearse cuando éste pasó por su lado, con lo que el amante no tuvo más remedio que recogerla en sus brazos para que no cayera al suelo.

El marido, agradecido, se giró hacia su mujer dispuesto a seguir con el ritual y comprobar si le había sido infiel. Así que metió la bella mano de su mujer en la boca de piedra y le preguntó si había estado con algún otro hombre que no fuera él.

La mujer le dijo entonces que podía estar tranquilo, que nunca había estado con ningún otro hombre, y que solo había estado en sus brazos y en los del joven mozo que la acababa de salvar de una caída al marearse. Y así fue como pudo conservar su mano.

Dice la historia que este símbolo de Roma, situado en la iglesia medieval de Santa Maria in Cosmedin, es en realidad una boca de alcantarilla romana que simula una antigua máscara del dios Tritón.

Tritón era un dios menor del mar, hijo del dios de los mares Poseidón, y de Anfitrite, la hija menor del titán Nereo (o Océano) y ninfa del mar Mediterráneo. Tenía cabeza y torso humanos y cola de pez. Era el heraldo de Poseidón, por eso casi siempre se le representa soplando una caracola, con la que transmitía los mensajes y las órdenes en la batalla. Bien mirado, como tapa de alcantarilla también debía transmitir mensajes a todos los que pasaban cerca suyo.

Digo yo que el año pasado estuvimos en Roma de vacaciones, y que como no podía ser de otra manera nos hicimos la típica foto con la mano en la boca de la tapa (por cierto, no me la aplastó), que esperando nuestro turno para hacernos la foto, vimos como un grupo de japoneses con guía autóctono se hacía también su foto. Una de las japonesas se colocó al lado de la tapa y toda decidida metió la mano en uno de los ojos (?) de la cara. Sus compañeras le hicieron la foto sin notar nada raro, y no fue hasta que el guía le dijo que había que poner la mano en la boca, que pudieron hacerle la foto correcta y dejarnos sitio para que por fin nosotros pudiéramos hacernos la nuestra. Eso sí, metiendo a la primera la mano en la boca.