Good Bye, Lenin!

He visto Good Bye, Lenin! de Wolfgang Becker y me ha gustado.

La película, ganadora del premio ángel Azul a la Mejor Película Europea en la 53 edición de la Berlinale en el año 2003, trata sobre las mentiras que Alex se ve obligado a contarle a su madre que acaba de salir de un coma y que está convaleciente en casa, para esconderle que el muro de Berlín ha caído y que Alemania se ha unificado. Al principio son simples mentiras piadosas, pero poco a poco se convierten en un verdadero mundo virtual, casi un Matrix socialista.

La madre de Alex ha entrado en coma justo antes de la caída del muro y despierta ocho meses después sin tener ni idea de lo que ha ocurrido. Alex, advertido por el médico de la débil salud de su madre, se monta las mil y una para esconderle este «»trágico»» suceso a su madre para evitarle cualquier sobresalto ya que correría el peligro de sufrir una recaída. Pero por qué la caída del muro podría producirle un sobresalto a su madre? Pues porque es una socialista convencida, a la que la desaparición de su querida RDA y el triunfo del capitalismo podría ser un golpe mortal.

Así, durante toda la película Alex intenta hacer creer a su madre que nada ha cambiado y de que su RDA sigue siendo tan comunista como siempre. Aunque a veces es más complicado de lo que creía, porque el simple antojo de comer una marca de pepinillos típicos en la RDA, se convierte en una odisea para Alex, incapaz de encontrarlos en un nuevo mercado inundado de productos extranjeros.

Las peripecias de Alex intentando esconder la influencia capitalista y la libre circulación de bienes y de personas crean escenas realmente divertidas. Por otro lado, tenemos la visión más seria de la película, en la que vemos la crítica tanto contra el régimen comunista como con el capitalista.

En resumen, una película que hace un retrato con mucho humor de una época y de una situación desde la perspectiva de personas normales. La caída del muro, además de significar el final de la guerra fría y de provocar cambios en la política a escala mundial, también supuso infinidad de pequeños cambios, para bien y para mal, que no influyeron en el resto del mundo, pero que sí canviaron las vidas cotidianas de miles de personas anónimas.