Inseminación artificial

Hoy mientras hacía zapping en la radio he escuchado una anécdota relacionada con los animales que le pasó a la mujer que llamaba.

Dicha mujer recordaba cómo cuando era pequeña y vivía con sus padres en el pueblo (un pueblo indeterminado de España), solía acompañar a su padre, veterinario de profesión, a las diferentes visitas que hacía a las granjas vecinas.

Recordaba especialmente cómo en una ocasión iba con su padre a una granja cercana para tratar a un caballo que estaba enfermo. La cosa no era grave y su padre no tardó mucho en solucionar el problema. Cuando estaban a punto de irse el dueño de la granja, aprovechando la visita del señor veterinario, le pidió si podía ayudarle a inseminar una vaca, porque él tenía miedo de lastimar al animal y le daba cosa no saber hacerlo.

El veterinario no puso ninguna pega y él , su hija y el dueño se dirigieron al establo donde estaba la vaca. Al llegar el lugar, cuál sería la sorpresa tanto del veterinario como de la niña, cuando el propietario les dijo:

-Bueno, pues ahí está la vaca, y aquí está la percha para los pantalones.

En fin, me he imaginado al veterinario explicándole al propietario de la vaca que las cosas no se hacían así, que la inseminación artificial no era eso, y que por muchos adelantos que hubiera seguía haciendo falta un toro o su esperma (del toro, y no del dueño o del veterinario) para preñar a una vaca.

Por suerte en la actualidad disponemos de cursillos para que no se produzcan de nuevo errores como éstos.