Ejercicios de estilo
Ayer estaba en el tren volviendo a casa, apoyado en la última ventana del último vagón en un asiento de los del lado de la costa y casi a 38º de fiebre. El tren llegó a Montgat, se paró y la gente empezó a bajar.
La puerta que tenía justo delante mío seguía cerrada porque nadie bajaba por ella. Justo cuando empezaba a sonar el aviso de cierre de las puertas, tres chicos, uno de ellos con un gorro de lana hasta las cejas, llegaron a toda prisa a la altura de mi puerta y apretaron el botón para abrirla.
En ese momento, mientras el aviso seguía sonando, mi puerta se abrió unos 20 cm y sin detenerse volvió a cerrarse. El tren arrancó de inmediato, dejando a los tres chicos con los brazos abiertos y mirando hacia la parte delantera del tren mientras gritaban un cabrón que se iba extinguiendo a medida que avanzábamos hacia Montgat Nord.
Esta tontería que no es que tenga mucha gracia pero que hizo que me partiera de risa en pleno vagón (sería por la fiebre), es una buena historia para practicar los Ejercicios de Estilo de Raymond Queneau, un excelente libro que te recomiendo si aún no lo conoces.
En este libro Queneau explora cómo contar una situación completamente trivial, algo parecido a lo que me pasó a mí, de diferentes formas y con diferentes estilos, lo que lo convierte en un ejercicio de escritura ingenioso y divertido. Explica una misma historia con notaciones, vacilaciones, negatividades, palabras compuestas, sorpresas, vulgar, en pasado, en presente, y así hasta 99 formas distintas a cuál más divertida.
Voy a escribir de nuevo la historia que he contado aquí pero con otro estilo en los comentarios. Quien tenga tiempo y ganas, puede escribir la historia con el estilo que quiera a continuación. No espero que lleguemos a los 99 de Queneau, solo con que alguien más que yo escriba el suyo me daré por satisfecho.
ESTILO TELEGRáFICO
VOLVIENDO A CASA 38 FIEBRE STOP APOYADO úLTIMA VENTANA úLTIMO VAGóN STOP MONTGAT TREN PARA ABREN TODAS PUERTAS MENOS UNA STOP SUENA SEñAL CIERRE STOP CHICOS LLEGAN ABREN PUERTA STOP PUERTA ABRE Y CIERRA CHICOS FUERA STOP LEVANTAN BRAZOS MIRAN FRENTE GRITAN CABRóN STOP TREN SIGUE MARCHA MONTGAT NORD STOP FIRMADO KIYOAKI
pos no se que estilo…pero el libro me lo apunto….
volviendo a casa, casi muerto de 38 de fiebre. En la última ventana, del último vagón, solo una puerta cerrada de todas las del tren. la de la última ventana, del último vagón.
chirrio..
ruido.la señal de cierre. Una mueca desgradable arruga mi cara, de 38 de fiebre.
tres chicos llegan corriendo, a la última puerta de la última ventana del último vagón.
abren.
la puerta cede…solo veinte centimetros, y se cierra.
traqueteo cruzado de tres chicos gritando, insultando de brazos levantados…
cabrón.
con justicia.
el tren sigue, y miro a la última ventana del último vagón, volviendo a casa, casi muerto de 38 de fiebre…
canijo
Uala neng, vaya hijoputa el conductor del tren. Ese pavo va a pillar neng. El Kevin, el Jonathan y yo le vamos a partir la puta cara neng. Lo va a flipar. Y el cabron de la ventana que se reía pos tambien.
(Estilo makinero).
¡Cabrooooon! Gritaban los tres tipos en el andén de la estación de Montgat donde se habÃan quedado con dos palmos de narices tras largarse el tren. Solo consiguieron abrir las puertas del último vagón, donde yo estaba sentado, unos 20 cm., luego se cerraron de golpe y el tren se fue a toda prisa. Pero es que la señal de cierre de puertas ya hacia un rato que sonaba. Yo no podÃa dejar de reÃr aunque la situación era bastante tonta, seria por la fiebre, no se si lo habÃa dicho, pero estaba a 38º de fiebre.
En tren, de Barcelona volviendo estando yo a 38 de fiebre tres chicos como una liebre, se acercaban al vagon corriendo. Como un ratito ya hacía que el tren se estaba esperando las puertas se fueron cerrando
dejando a los 3 en la vía. Y el tren se alejaba de la estación y yo de mientras miraba como uno de ellos gritaba: CHOFER ERES UN CABROOON!
estilo onomatopéyico:
tractrac-trac–trac—trac—-traac——traaac———-traaaac———–traaaaac,
piiip piiiip piiip,
clack, fffffhhh, clack, ffffhhh,
CAAAABROOOOONNNN!!!!,
traaaaac————traaaac——trac—-trac–trac-tractrac,
JA JA JA JAJA!
Me encontraba cómodamente sentado en mi asiento del vagón de tren, el rumor de las conversaciones, unido a la tenue luz que se colaba por la ventana con vistas a la costa, me mecían y casi conseguían eliminar el tremendo dolor de cabeza ocasionado por las horas de trabajo.
Pero no podía ser así, no en un vulgar vagón de tren.
Llegamos a Montgat, la gente subía y bajaba aceleradamente, pensé que me iba a estallar la cabeza, que no podría soportar por un minuto más aquella horrenda sensación, me sentía atrapado entre las estrechas paredes del vagón, asfixiado como si las respiraciones del resto de ocupantes de la estancia me robaran el aire, sentí como se hinchaban las venas de mi frente, me sentí estallar.
En aquel mismo instante, justo cuando el tren emprendía de nuevo la marcha, un grupo de indeseables intentó inútilmente abrir la puerta del vagón. Frustrados, comenzaron a gritar todo tipo de insultos que se disolvieron de nuevo con el suave rumor de las conversaciones.
Todo volvía a la normalidad, de pronto mi vida volvía a encarrillar.
El tren arrancó de inmediato. Tres chicos con los brazos abiertos y mirando hacia la parte delantera del tren gritaban un cabrón que se iba extinguiendo a medida que avanzábamos hacia Montgat Nord.
El tren llegó a Montgat, se paró y la gente empezó a bajar volviendo a casa casi a 38º de fiebre. Justo cuando empezaba a sonar el aviso de cierre de las puertas, los chicos, uno de ellos con un gorro de lana hasta las cejas, llegaron a toda prisa a la altura de mi puerta y apretaron el botón para abrirla.
En ese momento, mientras el aviso seguÃa sonando, mi puerta se abrió unos 20 cm y sin detenerse volvió a cerrarse.
COñO COMO HA CAMBIADO EL CUENTO!!! con las mismas palabras…
…y luego dicen que el orden de los factores no altera el producto…
Marcha atrás
Un “¡cabróonnnnnnnn!” prolongado se iba perdiendo entre los raíles del tren que acababa de dejar Mongat. Tres mozalbetes abrían los brazos desesperadamente mientras el tren les mostraba el culo desvergonzadamente . La puerta del vagón se había abierto apenas 20 cm cuando el sonido de cierre aún seguía sonando , y se había vuelto a cerrar.
Los tres chicos, uno de ellos con su gorro de montaña , calado hasta las cejas , se habían precipitado hacía la puerta cercana a mi asiento, al oír sonar la señal de partida. Habían apretado el botón de la puerta, cerrada, por donde nadie se había apeado, pero no pudieron entrar.
Yo observaba la escena, apoyado en el último asiento, de la última ventana, del último vagón, que pasaba delante de la última costa. El tren que me conducía hasta mi casa se había detenido en Mongat y la gente empezó a bajar. Yo seguía apoyado en la ventana con un fiebrón del carajo.
El fuego invadía toda la avenida, los cadáveres se apilaban en las aceras y los pocos supervivientes huían despavoridos. Quedaba poco de la ciudad, escombros y agua desbordaba. Las autoridades ya habían abandonado la posibilidad de resistir y se refugiaban en ciudades adyacentes, preparando una desesperada defensa final.
Encima de la colina, el chico, con su gorro de lana hasta las cejas, recarga su arma y observa la destrucción que se extiende a sus pies.
En su mente, se proyecta la misma película una y otra vez, la carrera, la puerta que se abre y se cierra repentinamente, el chófer que aprieta el acelerador y el pasajero que se ríe. El pasajero que se ríe.
– Los encontraré, aunque tenga que acabar con toda forma de vida sobre el planeta.
Detrás, su dos amigos asienten.