Mar adentro

El domingo fuimos a ver Mar adentro de Alejandro Amenábar con Javier Bardem y Belén Rueda. Es totalmente recomendable, eso sí, hará que gastes más de un paquete de kleenex.

Está basada en la vida de Ramón Sampedro, el marinero gallego que a la edad de 25 años sufrió un desgraciado accidente que lo dejó tetrapléjico y le postró en cama durante casi tres décadas. Obligado a vivir una vida indigna, su petición de ayuda para acabar con su vida fue llevada a los juzgados, donde durante cinco años estuvo dando vueltas hasta que se desestimó su petición.

Es entonces cuando Ramón se ve obligado a echar mano de sus amigos para poder llevar a cabo su voluntad. El 12 de enero de 1998, mientras una cámara de vídeo grababa todo lo que sucedía, Ramón Sampedro moría al ingerir una dosis letal de cianuro de potasio.

A partir de esa historia conocida por todos y que creó una gran controversia en su día, la película consigue huir de ser un simple alegato a favor del suicidio, dejando en un segundo plano la parte judicial y religiosa del caso. Amenábar se centra en la parte de esta historia que no aparecía en la televisión ni en los periódicos hace seis años. La vida íntima y privada de Ramón con sus familiares y amigos. Los sentimientos a veces encontrados de Ramón y las personas que lo rodeaban.

La relación tensa con su hermano, el eludir hablar del tema con su padre, la relación de padre e hijo entre Ramón y su sobrino, y sobre todo la relación con su cuñada, de la que dependía en cuerpo y alma, la que se encargaba de él día y noche, lavándolo, cambiándole de postura y dándole de comer. Personas que sufrían la contradicción de querer lo mejor para Ramón, pero también de defenderlo y apoyarlo en su decisión de morir.

Aunque Mar adentro es una película que escapa de la moralina, no es ni mucho menos una película neutral, al contrario, es una película totalmente a favor de Ramón Sampedro y de su decisión, pero no de la eutanasia. Consigue que te sientas identificado con Ramón, llegando a aceptar su elección como totalmente lógica, natural y humana, pero de ahí a acabar diciendo que la película ofrece una visión de la eutanasia como la única salida a las personas tetrapléjicas o con enfermedades terminales va todo un mundo, y ahí está el personaje de Belén Rueda para demostrarlo.

Lo más espectacular de la película salta a la vista nada más ver el cartel, es Javier Bardem, que ha sufrido una transformación física increíble (ayudado por la directora de maquillaje de Las horas) para encarnar a un tetrapléjico cincuentón. Pero si la transformación física ya es de por sí asombrosa, no lo es menos su interpretación. Bardem, que estuvo encasillado durante mucho tiempo en papeles de macho ibérico debido a su físico y a las películas de sus incios (Jamón, Jamón, Huevos de oro y La teta y la luna), crea un personaje conmovedor sin apenas moverse, explotando al máximo las miradas, los gestos de la cara y las inflexiones de la voz.

Belén Rueda es el descubrimiento de Amenábar para el cine. En un papel que no tiene nada que ver a lo que nos tenía acostumbrados en TV, consigue una interpretación muy lograda y creíble, y ya suena para el Goya a la mejor actriz revelación. Todos los actores están bien escogidos, desde el hermano al sobrino de Ramón, aunque para mí la mejor es la actriz Mabel Rivera en el papel de Manuela, la cuñada abnegada que lleva años cuidando de Ramón como si fuera su propio hijo.

En resumen, una película que gracias al buen hacer de Amenábar, al excelente trabajo de los actores, a una cuidada fotografía de Javier Aguirresarobe y una música emotiva compuesta por el mismo Amenábar con la participación de Carlos Núñez, se ha convertido ya en un clásico del cine español.