Fahrenheit 9/11

El domingo fuimos a ver Fahrenheit 9/11 del polémico Michael Moore, el documental sobre el 11 de Septiembre ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cannes de este año. Es totalmente recomendable.

El título de la película, y sobre todo su subtítulo, «la temperatura a la que arde la libertad», es una clara referencia al libro Fahrenheit 451 de Ray Bradbury (451 F equivale a 233 ºC, que es la temperatura a la que arde el papel) sobre un mundo futuro donde están prohibidos los libros. Quizás por eso Bradbury le ha pedido a Moore que cambie el título de la película y le exige una disculpa por no consultárselo.

La película es una dura crítica contra George W. Bush y su gobierno, y según Moore espera que empuje a los cuidadanos a las urnas para votar bien este Noviembre, ahora que por fin hay quien la distribuya en EEUU. No es de extrañar que intentaran evitar el estreno mediante presiones a las distribuidoras y productoras, porque esta película no deja títere con cabeza.

Empieza con las irregularidades en las elecciones presidenciales del año 2000 que acabaron con la «victoria» de George W. Bush sobre el demócrata Al Gore. Cuenta también como entre bromas, partidas de golf y visitas a los amigos, George W. Bush y su gabinete dejaron bastantes cosas sin hacer hasta la fatídica mañana del 11 de Septiembre de 2001. A partir de ahí analiza las conexiones de la familia Bush con importantes jeques saudíes y sobre todo con la familia Ben Laden, y cómo se engañó a los ciudadanos de EEUU y al mundo entero de posibles y futuros ataques terroristas para poder invadir Irak en el 2003. Una guerra planeada – y soñada – bastante antes, que supondría una cantidad enorme de dinero para Bush, su familia y sus amigos. La película se completa con entrevistas a soldados, familiares, políticos y ex agentes del FBI, que nos da una idea mucho más cruel y real de lo que está pasando en Irak.

Me chocó mucho ver en una pantalla de cine cómo se tacha de incompetente, inútil y tonto al presidente del país más poderoso del mundo, pero una vez superada la primera impresión, y aunque hay imágenes realmente fuertes e impactantes que dejaron al cine en silencio, la película es una sátira que pone en ridículo a Bush y a su Gobierno haciéndote reir.

La historia con la que más me reí, fue la del Fiscal General John Ashcroft: Hace cuatro años, en el 2000, el republicano John Ashcroft se presentaba para su reelección como Senador por el estado de Missouri. Su contrincante era el gobernador demócrata Mel Carnahan. Carnahan sufrió un accidente de avión dos semanas antes de los comicios, pero según las leyes de Missouri no se podía quitar su nombre de las papeletas, así que las elecciones siguieron adelante.

Cuál sería la sopresa -o no-, cuando el señor Carnahan ganó las elecciones – sí, sí, el muerto -, convirtiendo así al señor Ashcroft en el único político que ha perdido unas elecciones ante un difunto. Pero entonces apareció el amiguete Bush, y lo nombró Fiscal General del Estado en Diciembre del 2000 para ayudarle a superar el mal trago.

La historia del Fiscal General de Estados Unidos, da una ligera idea de lo que te vas a encontrar en la película. En algunos momentos dudas de si todo lo que estás viendo es historia y ha ocurrido, o es un gag de Monty Python. En serio, pensar que Estados unidos está gobernado por gente de este nivel pone los pelos de punta.

Para terminar, en el blog de Michael Moore, en el que aprovecha para cebarse de nuevo con George W. Bush, leo las quejas del Presidente al terminar de ver el documental, y una de las más divertidas es que: «El actor que interpreta al Presidente no es nada convincente». Pues eso, que una vez que has visto la película no te extrañaría nada que dijera esa frase.