La leona blanca

Ayer terminé la tercera entrega de la serie protagonizada por el inspector Wallander, La leona blanca. Hay una gran mejoría respecto a la segunda novela, pero no llega a gustarme tanto como la primera.

En esta ocasión Mankell mezcla dos historias como ya hizo en Los perros de Riga. Una historia más local que ocurre en Suecia y cuyo protagonista es de nuevo Kurt Wallander, y otra historia que ocurre en un marco más amplio, una historia internacional que está a caballo entre Sudáfrica y Suecia, en la que el protagonista – gracias a Dios – no es Wallander.

Parece que Mankell se ha dado cuenta de que llevarse a un inspector de policía de una pequeña ciudad sueca a salvar el mundo haciendo de agente secreto no fue una buena idea, y por eso en esta tercera entrega Wallander sigue teniendo un papel importante en la historia internacional, pero sin salir de Suecia.

El hecho de que Wallander no sea el protagonista de las dos historias permite que en la novela existan dos partes bien diferenciadas, lo que ayuda muchísimo para que el lector se crea tanto la una como la otra, y no como ocurría en Los perros de Riga. Estas dos partes serían las formadas por los capítulos africanos una, y por los capítulos suecos la otra.

Los capítulos africanos tratan sobre el apartheid en Sudáfrica y tienen una gran carga política que deja entrever la posición de Mankell con respecto a lo que ocurría en el país africano. Los capítulos suecos en cambio, están más centrados en el caso policíaco que tienen que resolver Wallander y sus colegas.

Con esta nueva aventura de Wallander, Mankell ha vuelto al buen camino iniciado con la primera novela de la serie, dejando de lado la idea de convertir a Wallander en un nuevo James Bond, y combinando perfectamente dos historias a cuál más atrayente. Quizás al final del libro Mankell vuelve a excederse en las virtudes de un inspector de policía, pero eso no empaña la buena imagen del libro.

Sin embargo, sigo pensando que Asesinos sin rostro es el mejor de la serie hasta ahora, y también que Wallander escucha cada vez menos música y que ya no sueña con la mujer negra.